martes, 23 de diciembre de 2008

EL CASO LUTERO

“El caso Lutero”, por César Vidal, Editorial Edaf, Jorge Juan, 30, 28001 Madrid, 297 páginas. Madrid 2008.

Tomado de protestantedigital.com

Por Juan Antonio Monroy, escritor y conferenciante internacional.


¿Dónde va a quedar Lope de Vega? ¿Dónde Benito Pérez Galdós? ¿Dónde Marcelino Menéndez Pelayo? César Vidal va camino de superar a éstos monstruos de la escritura en lo que a producción literaria se refiere. Como autor, Vidal está resultando de una fecundidad portentosa. Anda ya por los 140 libros escritos y publicados. El último –el último que yo conozco, puede que dentro de una semana aparezca otro en las librerías- es un estudio sobre Martín Lutero, el célebre reformador religiosos del siglo XVI. Esta obra obtuvo el II Premio Finis Terrae 2008, valorado por su solidez documental, su ecuanimidad en el tratamiento del personaje y su hondo contenido histórico y espiritual.

A los ojos del catolicismo histórico, Lutero es el mayor enemigo del Cristianismo, de ahí el odio inmortal con que se persigue su memoria. Pero Lutero, lejos de ser el adversario del Cristianismo, lo salvó de una ruina espiritual inminente. Para apreciar la misión de Lutero no hay más que mirar adónde ha conducido la Reforma, el desarrollo cultural y económico que han tenido los países protestantes, la libertad y la dignidad de la persona recogida en sus leyes, el respeto a las creencias de otros, la emancipación del ser humano de la carga de supersticiones, falsedades y engaños acumulados por aquella Iglesia católica. Se puede decir también que Lutero ha dado la tolerancia al mundo cristiano. Los países luteranos son hoy día los más tolerantes en materia de libertad religiosa, hecho que debemos recibir como uno de los grandes beneficios de Dios predicado por la Reforma.

La biografía sobre Lutero constituye un verdadero océano. Hay un mar de libros, en todos los idiomas, que va subiendo constantemente. Y, sin embargo, el libro de César Vidal es esencial para quienes estén interesados en la vida y en la obra del reformador alemán. Aquí, Vidal lleva a cabo un trabajo de auténtico maestro. Capta la sensibilidad del personaje y lo presenta como alma sinceramente cristiana, ligado con fuerza a las Sagradas Escrituras, creyendo que la Palabra de Dios sería un baluarte inquebrantable de fe.

Negar la Historia se puede, pero no se debe. Vidal, doctor en Historia, graduado con premio extraordinario, la respeta. Advierte que su trabajo no es más que “el intento de un historiador que no es católico ni luterano por comprender las razones del desgarro experimentado por la Cristiandad occidental a inicios del siglo XVI”.

De ese desgarro, que dio lugar a la llamada guerra de los treinta años, hubo muchos culpables. Vidal, siempre imparcial, señala la parte de culpa que correspondió a Lutero, si bien el ex monje no pudo impedir, por más que lo hizo, que la Reforma tomara un sentido revolucionario. Aquella raza germana no era fácil de contener. Había practicado el derecho de resistencia y aún de insurrección durante toda la Edad Media. El Cristianismo que Lutero quería restablecer en su pureza primitiva es una religión de resignación y de sufrimiento. Pero ni los reyes, ni los príncipes, ni los campesinos alemanes lo entendían así. Y como todas las guerras que exceden los límites de lo posible, la de los 30 años en Alemania terminó agravando la condición de los que se habían sublevado contra sus opresores.

En EL CASO LUTERO Cesar Vidal escribe trece capítulos que a mí se me antojan antológicos, soberbios, profundos y a la vez fáciles de leer. Inicia el recorrido histórico situando la Reforma en su momento, biografía la vida de Lutero, aclara en que consistió la disputa sobre las indulgencias, construye con abundancia documental la reacción del papado, sigue la peregrinación de Lutero por distintas ciudades de Alemania y escribe dos capítulos cargados de emoción sobre la excomunión a Lutero por el Papa León X. Los dos últimos capítulos del libro presentan a Lutero ante la Dieta de Worms, tras la cual llega la ruptura final.

El libro de Vidal no termina aquí, a la manera de otros estudios menos afortunados sobre Lutero. Una minuciosa cronología explica los acontecimientos más importantes en la Vida de Lutero, desde su nacimiento en noviembre de 1843 (sic, nació en 1483) hasta su muerte en febrero de 1546. Un apéndice documental incluye el texto completo de las 95 tesis que Lutero clavó en la puerta del templo católico en Wittenberg. Otros apéndices comprenden el tratado sobre las indulgencias, diálogos de Lutero con su antiguo profesor, carta al papa, a Melanchtlon y otra correspondencia mantenida por Lutero con personalidades de su tiempo, que no es frecuente hallar en las biografías que se publican sobre éste gran reformador de la fe cristiana.

César Vidal confiesa en el prólogo que se sentirá satisfecho con su labor si de este libro surge un vivo deseo de diálogo.

Ya ha surgido. Leer EL CASO LUTERO supone dialogar con nuestras raíces históricas, con el alma de un hombre de valentía más allá de lo común, con los iniciadores de un movimiento religioso que nos devolvió al encuentro personal con Cristo a través de la fe, sólo de la fe.


MULTIMEDIA Y MÁS INFORMACIÓN

NOTICIA: `El caso Lutero´, de César Vidal: Lutero llegó a respuestas correctas por hacer las preguntas correctas.

VIDEO: con una entrevista a César Vidal, junto a la presentación que el autor hizo del libro “El caso Lutero” (video, 41 Mb).

jueves, 6 de noviembre de 2008

LA REFORMA Y LA MUJER.

Lutero y la mujer.

Para los luteranos, el mes de octubre, es el mes de la Reforma. Conmemoramos cada año la gesta de Lutero, iniciada con el episodio de sus 95 tesis clavadas en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, la víspera del día de todos los santos de 1517.

Pensando sobre los aportes al mundo occidental que ha traído la reforma luterana, las antinomias y comparaciones con el romanismo, que objetivamente son favorables al protestantismo, decidí tratar este tema –la mujer, la discriminación.

Es interesante el análisis que el teólogo Hans Küng realiza, con respecto a la historia del cristianismo. En ella, distingue seis paradigmas: protocristiano o de la iglesia primitiva (P1 incluso el tiempo de Cristo), helenista (P2), católicorromano (P3), protestante (P4), moderno o ilustrado (P5) y el actual, el paradigma ecuménico.

Sabemos que en su origen, el cristianismo no establecía diferencias de ningún tipo en el servicio, entre hombres y mujeres. Aunque la Escritura no presenta literalmente esto último, eruditos interpretan el significado a la luz –entre otros ámbitos- del contexto histórico, concluyendo que había mujeres a través de todo el organigrama de la iglesia. Desafortunadamente, la mujer comienza a ser relegada y sometida so argumentos "divinos", al tiempo que se consolida el paradigma católicorromano (P3). Sin embargo, y acorde a lo que aquí nos atañe, sabemos que la emancipación de la mujer, tampoco tuvo lugar con la aparición del paradigma reformado (P4), con la reforma del siglo XVI.

Aunque, si bien es cierto, el concepto de igualdad de géneros en nuestra cultura occidental, (con vergüenza admito que también dentro del cristianismo), no se ha desarrollado completamente, vemos que cada vez es más rápido dentro de su lentitud, llegando hasta a ordenar "obispas" y presidentes como es el caso de la Iglesia Valdense o la Iglesia Episcopal americana. Incluso en nuestra sociedad, ya no es extraño ver a la mujer laborando en los mismos puestos que los varones, empero, con menor remuneración. A causa de esto, una pregunta viene a mi mente: ¿qué aporta la Reforma, ese movimiento tan idealizado por muchos, tanto en su período histórico, como en su legado, a la emancipación de la mujer y su "aceptación" como ser igual al hombre y con los mismos derechos que él?

Según la pastora de la iglesia luterana chilena, Izani Bruch, lamentablemente Martin Lutero al igual que otros reformadores, siempre se movió dentro de un modelo patriarcal, donde la mujer era y aun es vista como mera ayudante (la ayuda idónea) del hombre; no la socia o compañera que camina a la par. Sin embargo, la reforma protestante del siglo XVI aportó aspectos importantes para la emancipación de la mujer. Cabe recordar que hasta la época de la reforma, las mujeres tenían dos alternativas para su vida: casarse o ingresar en los conventos. La misma esposa de Lutero -Catalina de Bora- fue monja. La reforma protestante vino a concretizar lo que el movimiento renacentista y humanista había proyectado en la sociedad. La reforma ayudó a deconstruir el modelo medieval eclesiástico, cuya imagen o visión que figuraba de la mujer, era la de la virgen María como intocable, pura, obediente, santa y la de Eva como pecadora, seductora, culpable por todo. Imagen que por cierto todavía existe dentro de nuestras iglesias, especialmente en la iglesia católica Romana.

El descubrimiento de Lutero de que la salvación del ser humano es por gracia (“el justo por fe vivirá”, Romanos 1.17), abre un nuevo paradigma para la vida de la mujeres. Este descubrimiento llevó a entender que la vida célibe ya no era un mérito ante Dios para obtener la salvación. Además, -a causa de esto- muchos conventos y monasterios dejaran de existir. Con la disolución de los conventos, se disolvió también la única forma que tenían las mujeres de vivir una vida sin estar sometidas a la dominación masculina.

La visión de Lutero sobre la mujer cambió cuando él se casó con Catalina. Sin embargo, nunca concedió a la mujer la misma importancia y espacio que el hombre. Esto se observa muy bien en su comentario: “la vestimenta que le queda pésimo a la mujer, es la toga del sabio”. En 1524, en uno de sus sermones, Lutero llamó a las mujeres “un medio niño” y “un animal loco”; le desagradaba que su esposa Catalina emitiera algún comentario en sus charlas de sobremesa. Cuando Catalina daba su opinión, Lutero la hacía callar con correcciones en público.

La reforma aportó aspectos muy importantes para la igualdad de género, como el sacerdocio universal, la libertad cristiana que fueron y son un gran potencial para el desarrollo de emancipación de la mujer. El gran aporte de la reforma a la emancipación de las mujeres fue la educación femenina, que más tarde dio paso a la educación superior. En el ámbito eclesial, fue el rescate del sacerdocio universal de todos/as los/as creyentes, que implicó la igualdad de derecho frente al conocimiento y discernimiento bíblico. Que todos/as los/as creyentes son predicadores, también las mujeres. El sacerdocio universal de todos los creyentes no excluía a ninguna persona. Sin embargo, este importante aporte no fue puesto en práctica por las iglesias protestantes, excepto por algunas denominaciones. Hasta hoy vemos iglesias que no reconocen el pastorado femenino y que siguen fomentado el rol de la mujer en la iglesia como mera ayudante. Es lamentable que las iglesias no logren reconocer que tanto hombres como mujeres, son creados a imagen y semejanza de Dios, y que Dios bendijo a ambos (Génesis), y en lo que se refiere a la valorización y no discriminación de la mujer dentro de la iglesia y en la sociedad, se olvidan del mensaje del Evangelio.

Como iglesia cristiana, nuestro mensaje se centra en el mensaje del Evangelio de Cristo. Por lo tanto, cuando negamos la igualdad y los mismos derechos y deberes a las mujeres, dejamos de ser una iglesia cristocéntrica, pues Cristo valorizó a la mujer como imagen y semejanza de Dios, y no hizo ninguna diferencia, y fue a la cruz también por ellas. Tal como señala el Apóstol Pablo en Gálatas 3: 26-28: “pues por la fe en Cristo Jesús todos ustedes son hijos-hijas de Dios, y por el bautismo han venido a estar unidos/as con Cristo y se encuentran revestidos de él. Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo”.


La Iglesia debe ser la Iglesia del Evangelio.

Los reformadores fueron hijos de su época. Esto queda demostrado con la expulsión de los judíos por Lutero, aunque comprendemos que fue en cumplimiento a las leyes nacionales que imperaban, que posteriormente se tradujo en el cuius regio, cuius religio, que implicaba que los ciudadanos debían adoptar la religión de sus príncipes o salir del territorio; también está la tristemente célebre ejecución del gran médico Miguel de Servet, por Juan Calvino, aunque se ha dicho que este no tenía ya la influencia necesaria en aquel tiempo, como para ordenar la ejecución; no olvidamos que en 1903, se erigió un monumento en el lugar de la ejecución, para "expiar en parte la ignominia" que enlodó el legado del reformador francés.

Con vergüenza, pero con la frente en alto, debemos reconocer que "ovejas negras" del protestantismo han caído en errores de sus tiempo, en dogmatismo fanático, solamente superado por el escolasticismo, corrupción y hasta discriminación. "Ovejas negras", porque al caer en esto, se deja a un lado uno de los principios más sublimes de la Reforma, que es la libertad de conciencia, el derecho al libre examen, al pensamiento libre, al derecho humano de no tener que ser normado, en base a coacción por supuestos designios divinos.

Sin duda, que el concepto más sublime de la reforma es la libertad cristiana. Pero –agrega la pastora Izani- más que un concepto la libertad ganada en Cristo debería ser una forma de vivir de los cristianos y cristianas, que pudiera ser puesta en práctica en nuestro día a día. Todos los días de nuestras vidas tenemos que discernir si vivimos sumisos/as a las leyes, o si vivimos en la libertad ganada en Cristo. Para poder hacer este discernimiento, debemos tener claro que Cristo nos liberó del yugo de la esclavitud para que seamos libres, y que está libertad no consiste en hacer o transformar todo en un relativismo. Cristo nos hizo libres para amar y servir.

Personalmente creo que no deberían existir temas “tabú” para la iglesia, y que todos los temas como la homosexualidad, el divorcio, la maternidad, el aborto, deben ser tratados a luz del Evangelio de Cristo. Y lo más importante para mí es no perder de vista el gran descubrimiento de Lutero, que el justo por fe vivirá: que nuestra salvación es por fe, es por gracia.

Lamentablemente cuando intentamos abrir diálogo en torno a este temas, aparece siempre la ley y toda su fuerza opresora, que nos transforma muchas veces en una iglesia de la ley y no de la gracia. Pienso que el rol de la iglesia es proclamar el amor y la misericordia de Dios a todas las personas, sean estas divorciadas, casadas, homosexuales o heterosexuales, madres solteras o no, pobres y ricos. Quizás la poca apertura de la iglesia a estos temas, tiene que ver con que la iglesia piense que estos no están a su interior, que son temáticas que tienen que ver con lo secular.

Por Robinson Reyes Arriagada.

jueves, 4 de septiembre de 2008

EL DR. ALBERT SCHWEITZER, A 43 AÑOS DE SU MUERTE.

Introducción al maestro: Períodos y obras cúlmenes de su vida.

Albert Schweitzer, teólogo, filósofo, músico, pastor y médico, considerado en su época como el "máximo pensador viviente", influyó en la música, en la teología de su tiempo (estudió en la Sorbona de París, y órgano con Charles-Marie Widor), pero sobre todo en la filosofía, con su idea del "respeto hacia a la vida".

En el campo musical, valiosos fueron sus estudios sobre el genio de Johann Sebastian Bach. En Schweitzer, se marca un antes y un después en la percepción y en la forma de interpretar al Kantor de Leipzig; además, de ser considerado en vida, uno de los mejores organistas. Su obra "Bach: El músico poeta", ha pasado a ser un manual para todo el que está interesado especialmente en el compositor por excelencia de cantatas. Esta obra, terminada en 1908, publicada originalmente al francés, fue traducida (más bien rehecha) al alemán, cuya versión prácticamente es el doble que la original. También fue traducida, entre otros idiomas, al inglés y al castellano.

Su teología, nos presenta interesantes ideas en torno al "Jesús histórico" ("En busca del Jesús Histórico", 1906), tema que era contingente en su época. Además, presenta importantes contribuciones para el estudio de las religiones en su obra "El Cristianismo y las religiones mundiales" (1924). Pero, lo que lo catapultó a la primera línea de esta ciencia, fueron sus estudios sobre el apóstol Pablo y su obra "El misticismo", publicada en 1930, que le significó el calificativo de iniciador de la "Escatología realizada".

Pero, su filosofía, aparte de reflexión, transformada por él, en el mismo en filosofía de vida, es lo más destacado y trascendente de su legado. El respeto hacia las demás formas de vida, acuñado en frases como "soy simplemente una vida que quiere vivir, pero entre medio de otras vidas que también quieren vivir", lo elevó en sus reflexiones, tanto o más que sus investigaciones teológicas o musicales. Ese respeto por la vida del prójimo, en más de una oportunidad lo llevó a cambiar el rumbo de su propia vida, siendo la más celebre y conocida, su cruzada africana, sus estudios de medicina, con el claro y único fin de ir a misionar, fundar hospitales y pasar el mismo a segundo plano en favor de otros más débiles que "también quieren vivir". A partir de entonces, su notoriedad como filántropo fue en aumento.

Todo esta obra, todo este tesón, elevó a Albert Schweitzer a la cúspide intelectual de su época. Es admirado por todos, su obra es mirada por todo el mundo. Su obra de médico y de apóstol para los menos apreciados, mereció el premio Goethe (1928), la Legión de Honor (1948) y, finalmente, el Nobel de la Paz, en 1952.

Fragmento de un periódico que informaba, hace ya 43 años, sobre la muerte del gran maestro (clic sobre la imagen para ver su contenido).

Antes de terminar, invito a sumergirse en el pensamiento de este maestro, que dejó su exitosa vida artística, su destacada vida académica, e hipotecó un tranquilo pasar, por plasmar en terreno, en la práctica, su filosofía, sus convicciones.

Por Robinson Reyes Arriagada.
Publicado originalmente en http://misionluterana.blogspot.com/

MURIÓ EL DOCTOR ALBERT SCHWEITZER (Transcripción de la noticia de la imagen).


Los restos del gran humanista y filósofo fueron sepultados en una sencilla ceremonia en el rojo terreno del África donde pasó más de medio siglo curando y enseñando a los necesitados. El ganador del Premio Nobel de la Paz fue elogiado como “uno de los hombres cuya influencia no se extinguirá con su muerte: su vida y su trabajo perdurarán por siempre como testimonio elocuente de caridad cristiana”. Homenaje del Presidente Johnson.

LAMBARENE, (Gabón), 5.- (UPI).- El médico, misionero y Premio Nobel de la Paz, Albert Schweitzer, fue sepultado hoy en el rojo terreno del África donde pasó más de medio siglo curando y enseñando.

Sus ayudantes depositaron el modesto ataúd de madera en una tumba junto a la de su esposa y colocaron encima de lugar una sencilla cruz de madera dura pintada de blanco que el mismo Schweitzer talló con sus grandes manos.

La breve ceremonia del entierro cerca de la rivera del tranquilo río Ogowe, justamente debajo de la línea del Ecuador, se realizó a las 3 de la tarde, 16 horas después del fallecimiento del anciano patriarca alsaciano, de 90 años de edad.

El cadáver del gran humanista y filósofo fue conducido desde su pequeño cuarto, donde estuvo enfermo sólo 10 días, al cementerio de la misión, blanqueada con cal.

El doctor Walter Munz, médico suizo de 32 años de edad que asumirá la dirección del hospital de la selva así como la misión que desempeñó Schweitzer por tan largo tiempo dijo que el anciano filósofo, escritor y misionero entregó su alma al Creador “pacífica y dignamente” sin sufrimiento.

La señora Rhena Exker, hija única de Schweitzer, de 46 años de edad, estuvo junto al lecho de su padre toda la última semana. Schweitzer la designó Presidenta de la Fundación que lleva su nombre y que está a cargo de la administración del hospital.

Schweitzer pasó del sueño a la muerte poco antes de la medianoche. Agotado por los años y por su incansable actividad, debió recluirse en cama hace sólo 10 días, en su pequeño cuarto.

El ritmo de la vida se detuvo en el hospital de la selva donde hay unos 600 africanos enfermos. Son pocos los que comprenden que el “gran hombre blanco” ya no volverá allí para fiscalizar el centro médico, ni ocuparse de las salas ni de las siembras.

Pero, en cumplimiento de la voluntad del difunto, se seguirá trabajando en la misión bajo la dirección de su “mano derecha”, el doctor Munz.

Este y el especialista californiano del corazón doctor David Miller, asistieron a Schweitzer las 24 horas de día durante su enfermedad.

Horas después de la muerte del ejemplar filántropo, la noticia circuló como un reguero de pólvora, por todo el continente africano. El Presidente de Gabón, Leon M’Ba, envió una delegación del gobierno al funeral del hombre que fue aclamado como quizás el más grande pensador viviente.

Las energías del anciano médico fueron debilitándose de día en día. Reclinado en su modesta cama de hierro, con los ojos cerrados y su rostro de paz, Schweitzer estuvo escuchando, hasta poco antes del fin, música de admirado Juan Sebastián Bach, cuyos discos cambiaban solícitamente sus ayudantes.

El viernes el enfermo entró en coma y no volvió a reconocer a las contadas personas que eran admitidas en su habitación, entre ellas los últimos ancianos africanos sobrevivientes, que lo ayudaron a construir el leprosario en 1913, su fiel enfermera Maoildeuk y su hija. La muerte ocurrió exactamente a las 11.24 de la noche.

Tan pronto se conoció la noticia del deceso, comenzaron a llegar mensajes de pésame de todo el mundo, entre ellos de los gobiernos de Francia y de otros países.

El Cardenal Maurice Feltin, Arzobispo de París, elogió a Schweitzer como “uno de los hombres cuya influencia no se extinguirá con su muerte: Su vida y su trabajo perdurarán por siempre como testimonio elocuente de caridad cristiana”.

Hasta hace pocas semanas y aún cuando había reducido grandemente sus actividades médicas, Schweitzer disfrutaba de buena salud. En las ceremonias celebradas con motivo de cumplir 90 años, el 24 de enero pasado, se irritó visiblemente cuando alguien le preguntó quién continuaría su misión cuando muriera.

No obstante, Schweitzer sabía que sus días estaban contados. Varias veces, recientemente, señaló un lugar junto a la tumba de su esposa y dijo: “Aquí es donde quiero descansar”.

La muerte de Schweitzer se mantuvo en secreto durante la noche en cumplimiento del deseo expuesto hace algún tiempo por él mismo hasta que su hija tuviera la ocasión de transmitir la noticia a los miembros de la familia.

martes, 5 de agosto de 2008

DIETRICH BONHÖFFER: CANTAR EN COMÚN (4/4).

Aprender a cantar en comunidad.

El canto al unísono, por difícil que sea, más que musical, es una cuestión espiritual. Sólo en la comunidad donde cada uno adopta interiormente una actitud de recogimiento y disciplina, el canto puede brindarnos el gozo que le es propio, incluso con imperfecciones musicales.

Para aprender a cantar al unísono, recomendamos sobre todo los corales de la Reforma, los cantos bohemios y las antiguas melodías de la Iglesia. De esta forma se aprenderá a discernir qué composiciones del cantoral son aptas para este tipo de canto y cuáles no. Todo dogmatismo en este campo es contraproducente. Debe decidirse en cada caso particular, aunque tampoco debemos convertirnos en iconoclastas. Una comunidad doméstica deberá esforzarse por aprender a cantar espontáneamente y de corazón, el mayor número posible de cantos. Logrará este propósito si, además del canto libremente escogido, intercala algunos versículos fijos que puedan ser cantados entre las lecturas.

Se ha de cantar, sin embargo, no solamente con ocasión de los actos de culto, sino también a ciertas horas fijas del día o de la semana. Cuanto más cantemos, tanto mayor será nuestra alegría; y sobre todo, cuanto mayor sea el espíritu de comunidad, de disciplina y de alegría con que cantemos, tanto más rica será la bendición que se derramará sobre la vida comunitaria.

Es la voz de la Iglesia la que se hace audible en el canto en común. No soy yo el que canta sino la Iglesia, pero como miembro de la Iglesia puedo participar en su canto. Así, el canto en común debe servir para ampliar nuestro horizonte espiritual, para llevarnos a reconocer nuestra comunidad como un eslabón de la gran comunidad cristiana extendida por toda la tierra, y a unir libre y gozosamente nuestro canto –débil o potente- al canto de la Iglesia.

Fragmento de Dietrich Bonhöffer: “Vida en Comunidad” (Capítulo 2). Ed. Sígueme Salamanca, Novena Edición, Año 2003.

lunes, 28 de julio de 2008

DIETRICH BONHÖFFER: CANTAR EN COMÚN (3/4).

Características del canto de Iglesia.

Debido a su total vinculación a la palabra, el canto de la Iglesia, sobre todo el cantado en familia, es esencialmente un canto al unísono. Su naturaleza exige que el vínculo entre la palabra y la música sea simple. Su melodía, totalmente libre, está sostenida única y esencialmente por la fuerza interior de la palabra cantada y por lo tanto, no necesita de ningún apoyo polifónico. “Cantemos hoy con una sola voz, al unísono y desde el fondo del corazón”, dice un canto bohemio. “Para que unánimes, a una sola voz, glorifiquéis al Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Rom 15, 6).

La pureza del canto al unísono, exento de la ornamentación de la musicalidad dudosa; la claridad no enturbiada por las veleidades de asignar a la música un privilegio junto a la palabra; la sencillez y sobriedad, la humanidad y el calor de esa manera de cantar, son las características esenciales que conviene al canto de la Iglesia. Sin embargo, sólo después de un ejercicio paciente nuestro oído llega a abrirse poco a poco a su belleza. La cuestión del canto al unísono en una comunidad depende de su poder de discernimiento espiritual. Por cantar al Señor y su palabra en un mismo espíritu, el canto al unísono se canta desde el corazón.

Enemigos del canto en común.

Existen algunos enemigos del canto al unísono que deben ser eliminados sin contemplación de la comunidad. A través del elemento musical es por donde llegan a introducirse más fácilmente en el culto, el mal gusto y la frivolidad. Entre esos enemigos, señalamos en primer lugar, la segunda voz improvisada, tan frecuente en los cantos en común y que, intentando dar base y plenitud a la melodía que brota libremente, mata la melodía y la palabra cantada. Otro de los enemigos es la voz baja o alta que se cree en la obligación de llamar la atención de todo el mundo sobre la potencia de su registro, cantando una octava diferente. Algo parecido sucede con el solista que quiere hacer valer su magnífica voz cubriendo la de los otros cantores con fortísimos exagerados. Enemigos también, aunque menos peligrosos, son los que “no tienen oído”, y por esta razón no quieren cantar, aunque son menos numerosos de lo que pretenden. Más numerosos, en cambio, son los que, a causa de su estado anímico o mal humos, no quieren unirse al canto, rompiendo así la unidad de la comunidad.

Fragmento de Dietrich Bonhöffer: “Vida en Comunidad” (Capítulo 2). Ed. Sígueme Salamanca, Novena Edición, Año 2003.

lunes, 21 de julio de 2008

DIETRICH BONHÖFFER: CANTAR EN COMÚN (2/4).

Principio fundamental del canto en común.

“Cantando y alabando al Señor en nuestros corazones” (Ef 5, 19). El cántico nuevo ha de ser entonado en primer lugar en nuestro corazón. De otro modo no es posible cantarlo. El corazón canta porque está lleno de la presencia de Cristo. De ahí que, en la Iglesia, el canto es un acto espiritual. Presupone sumisión a la palabra y a la comunidad, mucha humildad y una gran disciplina. Un cántico que no fuese cantado con el corazón no sería más que un himno horrible y confuso de autoalabanza humana. Cuando no se canta por Dios, se canta por uno mismo o por la música. Pero así, el cántico nuevo se transforma en un canto a los ídolos.


Por qué los cristianos cantan en comunidad.

“Hablando entre vosotros con salmos, himnos y cánticos espirituales” (Ef 5, 19). Nuestro cantar sobre esta tierra es lenguaje, palabra cantada. ¿Por qué cantan los cristianos cuando están juntos? Ante todo porque el canto en común les brinda la posibilidad de pronunciar y pedir, juntos y al mismo tiempo, la misma cosa, es decir, manifestar su unidad mediante una palabra común. La palabra cantada tiene su espacio en todas las reuniones cristianas. El hecho de que no hablemos, sino cantemos en común, no hace más que subrayar que las palabras son incapaces de expresar todas nuestras experiencias, mientras que el canto tiene un poder de expresión mucho más rico. Sin embargo, el canto está unido a palabras que nosotros pronunciamos para alabar a Dios, darle gracias, invocar y confesar su nombre. De este modo la música está íntegramente al servicio de la palabra y traduce lo que ésta tiene de incomunicable.

Fragmento de Dietrich Bonhöffer: “Vida en Comunidad” (Capítulo 2). Ed. Sígueme Salamanca, Novena Edición, Año 2003.

lunes, 14 de julio de 2008

DIETRICH BONHÖFFER: CANTAR EN COMÚN (1/4).

Qué es el canto cristiano en comunidad.

A la lectura de los salmos y a las otras lecturas bíblicas, se añade el canto en común: con él, la voz de la Iglesia alaba, agradece e implora a su Señor.

“Cantad al Señor un cántico nuevo” nos repite el salmista. Es el cántico nuevo entonado cada mañana, en honor de Cristo, por la comunidad familiar, y que estamos llamados a cantar con toda la Iglesia en la tierra y en el cielo. Dios quiere ser celebrado con un cántico eterno, y entrar en la Iglesia es unir la voz a este coro inmenso. Es “el canto de alegría de las estrellas del alba y las aclamaciones de los hijos de Dios” que suben hasta él de toda la creación (Job 38, 7). Es el canto victorioso de los hijos de Israel después del paso del mar Rojo, del magnificat de María después de la anunciación, el himno de alabanza de Pablo y Silas en la noche de su prisión, “el cántico de Moisés y del Cordero” cantado por los creyentes liberados “sobre un mar de cristal”, el himno nuevo de la Iglesia celestial (Ap 15, 2).

Cada mañana, la Iglesia aquí en la tierra une su voz a este canto universal y, al atardecer, vuelve sobre él para señalar el final de la jornada. Su finalidad es alabar a Dios trino y su obra. Pero, es distinto el cántico en la tierra que en el cielo. En la tierra es el canto de los que creen; en el cielo, el de los que contemplan; en la tierra es un canto hecho de pobres palabras humanas; en el cielo son “palabras inefables que ningún hombre puede expresar” (2 Cor 12, 4), el cántico nuevo que nadie puede aprender si no son “los 144.000” (Ap 14, 3) acompañado por “las arpas de Dios” (Ap 15, 2).

¿Qué podemos saber nosotros de este cántico nuevo y de esas arpas de Dios? Nuestro cántico nuevo es un canto terrestre, un himno de peregrinos y viajeros a quienes ha llegado la palabra de Dios que ilumina nuestro camino. Está vinculado a la palabra reveladora de Dios en Jesucristo. Es el canto sencillo de los hijos de esta tierra, llamados a ser hijos de Dios; no es un cántico exaltado ni estático, sino centrado en la palabra revelada, con sobriedad, gratitud, y recogimiento.

Fragmento de Dietrich Bonhöffer “Vida en Comunidad” (Capítulo 2 "Cantar en común"). Ed. Sígueme Salamanca, Novena Edición, Año 2003. Sin embargo, este capítulo ha sido retitulado para una mayor comprensión.

lunes, 2 de junio de 2008

Albert Schweitzer y la Ecología.

En sus 90 años de vida, que concluyeron el año 1965 en la selva del África Ecuatorial, Albert Schweitzer llegó a ser considerado una especie de conciencia del mundo occidental. Su vida y su obra habían señalado un camino de superación de la profunda crisis en que estaba sumido el ser humano de nuestra civilización, a consecuencia de su fe ciega en el progreso y en su actitud de conquistador primitivo frente a sus semejantes y frente al mundo. El camino de Schweitzer, que él mismo siguió con singular dedicación, reconoce como punto de partida el fenómeno de la unidad de la vida y la consiguiente obligación del ser humano de respetar las múltiples formas que ella presenta sobre la tierra. Según él, ninguna acción que de alguna manera implique muerte o destrucción puede ser acometida sin previa decisión en conciencia acerca de su necesidad: he aquí la responsabilidad ineludible y permanente que pesa sobre cada ser humano; “Soy vida que quiere vivir en medio de otras vidas que también quieren vivir”, es el axioma en que se funda la ética universal del “respeto por la vida” que concibió mientras ejercía su apostolado médico en plena selva africana, y que más tarde desarrolló en su obra “Cultura y Ética”.

La filosofía de Schweitzer, en que la ética cristiana se encuentra con el pensamiento de Oriente, concibe al ser humano como parte integrante de un todo que es la Creación. Solamente integrado a ella puede realizar su misión terrenal. Esta posición fundamental de armonía entre el ser humano y la naturaleza demuestra la afinidad de sus ideas con el pensamiento ecológico, que partiendo de premisas científicas, llega a las mismas conclusiones. Sólo manteniendo los equilibrios naturales que permiten el desarrollo de todo el potencial de vida que ofrece nuestro planeta puede el ser humano manejar responsablemente los recursos que le han sido confiados. Filosofía y Ciencia se dan la mano en esta “concepción del mundo” que responde a la inquietud del hombre de hoy frente a la condición de su mundo. El pensamiento ecológico, quieran o no algunos hombres de ciencia, sobrepasa los límites de lo científico, y obliga al individuo a tomar una posición filosófica y ética concordante con las estrechas y complejas relaciones de interdependencia que unen a todos los seres, sin excluir al hombre, en lo que se ha dado en llamar “la telaraña de la vida”.

lunes, 19 de mayo de 2008

EL ALCANCE ESPIRITUAL DE LA MUSICA DE BACH.

La familia Bach tiene sus raíces en Thuringe, en la parte central de Alemania, la antigua Alemania del Este. Una Alemania profunda, tejida con tradiciones muy sólidas y cuyos habitantes, en este país rico y bello, de bosques y pueblos opulentos, evidencian cualidades de sentido común, solidez y fidelidad notables. Existen centenares de familias Bach en esta región cuyas principales ciudades son Arnstadt, Eisenach, Gotha, Erfurt y Weimar. Sus terratenientes son sedentarios, puntuales, trabajadores de vida digna y generalmente pobre. Son fácilmente familias de hasta veinte hijos; profundamente religiosas, protestantes luteranos en el sentido más estricto de la palabra. Son numerosos los Bach hábiles músicos o fabricantes de instrumentos. Celo en el trabajo, costumbres simples, piedad y buen humor. Todo esto es lo que conocerá el pequeño Juan Sebastián. Pero también, muy rápidamente, la muerte se lleva a sus padres casi al mismo tiempo, cuando apenas tenía diez años. Pero el clan Bach es sólido, bien establecido, y los huérfanos (numerosos) encuentran siempre tíos y tías que se encarguen de ellos.

Genio desconocido aún, Juan Sebastián Bach recibe una educación general correcta, sin más. Nunca fue a la universidad. Pero muy pronto se le reveló la música, que era el ambiente natural en su familia. Organista pronto afamado, probablemente excelente violinista, director de orquesta y de coro, Bach nunca fue un gran viajero. Pero empezó a desplazarse según el buen criterio de sus protectores, quienes le contrataban para sus cortes.

Así es como conoció (entre otras) las cortes de Weimar, luego Coethen y finalmente la célebre Thomasschle de Leipzig, donde residió el resto de su vida desde 1723. Allí no fue, por cierto, muy feliz, principalmente por desacuerdos con sus "patrones": ni ellos ni sus propios hijos pensaron por un momento en la importancia del genio de Bach. Después de su muerte en 1750 fue enterrado pobremente y su familia se dispersó. Hubo que esperar a que Mendelssohn sacara de nuevo a la luz la Pasión según San Mateo, y luego la de San Juan, para que las cosas cambiaran. Desde entonces, ya se sabe cuál fue la gloria de Bach.

UNA OBRA MONUMENTAL.

La obra de Bach es increíblemente fecunda. No hubo periodo de su vida en el que no haya producido obras maestras. Tenemos que notar que no todo fue conservado, ni mucho menos, Uno de sus hijos, Friedemann, a quien su padre había confiado parte de sus manuscritos, perdió un buen número de ellos. Estas obras raramente se volvían a tocar.

En Leipzig, por ejemplo, Bach tenía que producir una cantata cada domingo; sí, lo han leído bien: una cantata cada domingo, con su partitura completa para orquesta, los coros y las partes solistas. Bach componía a principio de semana, luego recopilaba las distintas partes. Luego, el manuscrito iba a la pila de los "ya tocados". Es cierto que Bach tenía un arte muy probado: sabía coger de aquí y de allá fragmentos que volvía a colocar, adaptándolos, en nuevos contextos. Aparte de esto, Bach estaba componiendo obras importantes, enseñaba canto a unos niños, incapaces e insolentes (tal como se le exigió en Leipzig durante cierto tiempo) y tenía que dar clases en latín. Todo esto a cambio de un salario ridículo. Pero Bach tenía muchas bocas que alimentar...

Sería fastidioso presentar un inventario completo de las obras de Bach. Digamos a grosso modo que está compuesta de música para órgano, piezas de clavicordio, sonatas para violín y violoncello, conciertos o piezas para conciertos, oratorios, misas, pasiones, magníficats y 300 cantatas diversas. ¡Pero ni una sola ópera! Su lema era "Todo con Dios", e hizo que no se interesara ni por el teatro ni por la ópera. Notemos que al final de su vida su música se hizo más pura y sus últimas obras tienden a ser más abstractas (compárese, sobre todo, el Arte de la fuga y la Ofrenda musical, que son el no va más del contrapunto y de la polifonía).

Se dice a menudo de Bach que no ha inventado formas nuevas, sino que ha sabido explotar de forma genial las formas ya existentes. Eso le puso en conflicto con sus superiores porque, por ejemplo, los motetes o cantatas los enriquecía hasta tal punto que desorientaba a los fieles y les hacía perder el hilo del servicio religioso, y los que tenían que tocar no podían seguirlo. La tradición luterana pura exigía una línea musical inspirada en la simplicidad gregoriana y no encajaba bien con los virtuosismos temáticos, los contrapuntos y los cambios de tonalidad de Bach. Ya entonces Bach no estaba siendo entendido ni apreciado en su justo valor.

QUE CRISTO SEA ANUNCIADO.

Pero las cosas han cambiado mucho. Hemos citado a Mendelssohn, quien decía de una de sus corales: "Si la vida te quitase toda esperanza y toda fe, esta coral, ella sola, te las devolvería íntegramente". Y más adelante, Nietzsche, el filósofo alemán ateo, autor de la célebre fórmula "Dios ha muerto", oyó tres veces, cuando era profesor en Basilea, la Pasión según San Juan y dijo de "su profunda sorpresa: quien ha desprendido por completo el cristianismo, lo oye aquí como verdadero evangelio". Eso le hubiera gustado oírlo a Bach, pues él decía que la Pasión de Cristo era el único tema que debe entusiasmar a un músico. Y al gran compositor le gustaba citar Filipenses 1:18, "¿Qué pues?, Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún".

Uno no puede más que maravillarse observando este equilibrio interior de Bach, que perdió a su primera esposa, María-Bárbara, en 1720, dejándole ocho hijos. Luego se casó, en 1724, con la joven Anna-Magdalena, quien le dio ¡otros catorce hijos! La higiene no era en aquellos días lo que es ahora y a menudo un pequeño ataúd salía por la puerta de la casa. La presencia de la muerte, la intimidad misma con el ineludible fin, convivieron siempre con Bach, no de forma mórbida, paralizante (siempre trabajaba con más y más empeño), sino de forma sutil y nostálgica, muy germánica, anunciando el Romanticismo que estaba ya por llegar. Así es como encontramos cantatas y motetes muy reveladores en sus temas, como "Toca, pues, hora deseada", "Ven, hora suave de la muerte", "Cerrados mis ojos cansados"...

Para Ana-Magdalena, que tenía una voz de soprano muy bonita y para quien tenía sentimientos muy profundos, Bach había compuesto (se encontró minuciosamente guardado por su destinataria en su célebre cuaderno) una pieza de música con el título "Cerca de ti iré sin temor". De la muerte no tiene nada que temer si, en el último momento, puede dormirse con las manos de su amada tiernamente puestas sobre sus ojos cerrados. Conviviendo con esta segunda esposa hay testimonios que dicen cuán dulce y simple era su vida, religiosa ante todo, humildemente dada a la tarea de cada día, a modo de oración continua. Era una vida serena, iluminada por la esperanza; y no es de extrañar que todo esto se encuentre en la música de Bach.

UN CLIMA MUSICAL QUE EVOCA LA PRESENCIA DE DIOS.

Es ante todo una melancolía sublime, desgarradora, la que aparece en las corales, por ejemplo, hecha de grandeza, de ese conjunto inimitable de equilibrio entre las masas sonoras en presencia y esa forma de alternar temas sacudidos con largas líneas musicales más transparentes. No sé en qué reside la emoción que nos embarga: hace pensar a la vez en la fragilidad extraordinaria del hombre y en la presencia todopoderosa de Dios, en un clima musical que evoca el Reino.

Luego llega la temática prolífera de las fugas y de las partes instrumentales. No olvidemos que Bach, cuando se le daba un tema, era capaz de improvisar dos horas sobre él. También estaban las partes recitativas, con su peculiar colorido (textos de poca calidad que le entregaban los autores de libretos), a las que Bach, con su genio, aportaba una presencia conmovedora. La estructura contrapunteada de sus obras contribuye a dar esta impresión de elaboración sonora permanente, como si una catedral surgiera poco a poco ante nuestros ojos y oídos, con todo su esplendor, grandeza y magnificencia. Pensemos, por ejemplo, en los dos coros magistrales que abren y cierran la Pasión según San Juan, o en ciertos pasajes de la Misa en si.

Hablando de eso, hay que notar los problemas que el protestante Bach habrá encontrado al escribir esta obra, para honrar al rey de Polonia, elector de Saxe, que era católico. Es una obra muy grande, la más considerada dicen ciertos críticos, constituida por 26 piezas yuxtapuestas. A Bach le animaban dos sentimientos contradictorios: doblegarse a las exigencias de la forma de la misa y respetar, sin embargo, su espiritualidad personal. Y en esta obra ha logrado expresar el poder y la dulzura en una síntesis majestuosa de 1.700 años de fe cristiana junto a la humilde súplica de un fiel frente a Dios.

Porque -y así concluimos- Bach ha sabido hasta el final ser el predicador más grande de la doctrina luterana en el equilibrio que tenía de confianza e inquietud, de temor y esperanza: temor frente al Dios del Antiguo Testamento, el Dios severo y justo; esperanza y confianza en presencia del Cristo redentor. Todo eso a la vez que llevaba una vida bella y rica, golpeada por las preocupaciones y los duelos, pero con el sentido común de la gente de a tierra de donde procedía, y este ideal espiritual ferviente que ha estructurado absolutamente todo lo que hizo. Con el Genio, además.

Artículo escrito por Jean Jacques Gallay en 1978.

lunes, 12 de mayo de 2008

Acerca del maestro Dr. Albert Schweitzer

Albert Schweitzer, avezado músico, pensador y médico, (1875-1965) es uno de aquellos grandes hombres que a pesar de los acontecimientos adversos del mundo, nos hacen mantener viva la esperanza en la humanidad.

Nacido en la alta Alsacia, estudió filosofía y teología en Estrasburgo, donde se doctoró en 1899. A principios de siglo, mientras residía en París, su interés se volcó al estudio de la música para la cual demostró tener un grandísimo talento. En especial dedicó sus esfuerzos al conocimiento del gran maestro Johann Sebastián Bach, sobre quien escribió un libro titulado "Bach, el músico poeta".

Pero, la inquietud y rebeldía de Schweitzer, que se presentaba en todos los terrenos del pensamiento, lo llevaron a estudiar medicina, doctorándose en esta disciplina en 1913, mas no para ejercitarla cómodamente en una urbe como París. Sí, pues el Viernes Santo de 1913 se despide de sus conocidos, para junto a su esposa enfermera partir hacia el África Ecuatorial Francesa. "Hasta ahora he estado diciendo lo que había que hacer, ahora me voy a hacerlo", fue su frase de despedida.

Y este “hacer” lo llevó a cabo durante 52 años. Una vez llegado a África, se instaló en los bancos del río Agoué, dentro de una misión protestante de la Sociedad de Misiones Evangélicas. Allí fundó su hospital con recursos propios y de algunos de sus seguidores. Lo administró a su manera, de hecho en el se admitía a toda la familia que acudía con un enfermo entregándoles cabañas para alojarse, pero la alimentación estaba reservada sólo para los enfermos que requerían dieta especial y los cuidados sanitarios sólo para los casos de especial gravedad. El resto corría por cuenta propia. De esta manera, el hospital a veces contaba con 1.200 huéspedes mientras que los enfermos eran sólo 250. En todo caso ello servía para mantener una vigilancia sanitaria sobre toda la comunidad.

Luego, en Lambarené, actual Gabón, toda actividad se desarrollaba bajo la dirección paternal de Schweitzer, y su equipo de médicos europeos.

Construyó un leprosario, impactado por esta enfermedad que atormentaba a la comunidad indígena ya diezmada por males como el esclavismo y el alcoholismo.

Toda esto fue construido a partir de un gallinero, para cuyo efecto Schweitzer se hizo leñador, albañil, arquitecto, por supuesto, junto al ejercicio de su apostolado médico.

Visita, hace curas, opera de la noche a la mañana y, además, escribe libros, manda cartas y crea una red internacional de ayuda a su obra, manteniendo correspondencia con personas y personajes de todo el mundo.

A causa de la Primera Guerra Mundial, es tomado presionero e internado en un campo de concentración, debido a su origen germánico. Después realiza varios viajes a Europa donde da conferencias y conciertos, con el fin de recaudar fondos para África y sus desventurados enfermos. Así, su fama y sus opiniones se acrecientan, junto a su firme oposición a las armas nucleares, hecha a través de una serie de llamamientos que lo convierten en un activo militante antinuclear.

Como justo reconocimiento a su obra, en 1953 se le otorga el Premio Nobel de la Paz: el 10 de diciembre de dicho año, una orquesta dirigida por Hugo Kramm abrió la ceremonia de entrega del premio al galardonado Albert Schweitzer, quien no pudo asistir pues tenía deberes que cumplir en su hospital. No obstante, el embajador francés en Oslo leyó un breve comunicado del galardonado, donde agradecía el premio y anunciaba que lo recibido sería utilizado para sus fines benéficos. 

Albert Schweitzer murió un 4 de Septiembre de 1965, a la edad de 90 años, y fue enterrado junto a su esposa dentro del recinto de su amado hospital.

lunes, 21 de abril de 2008

De sobrellevar los defectos ajenos.

Esta semana, un capítulo para reflexionar tomado de "Imitación de Cristo", por Tomás de Kempis, monje agustino y sacerdote alemán que vivió en la época posterior a la gran peste que asoló Europa, lo que impactó y marcó profundamente la vida población acercándola de un modo particular a la iglesia o cualquier otro medio que le proveyera de "la salvación". Esta obra devocional es considerada una de las más grandes en su tipo; por mucho tiempo se dudó de la autoría, mas ahora hay consenso en que verdaderamente es de Kempis. Después de la Biblia, es uno de los libros con mayor cantidad de ediciones y traducciones que se tenga registro.


1. Lo que no puede un hombre enmendar en sí ni en los otros, débelo sufrir con paciencia, hasta que Dios lo ordene de otro modo. Piensa que por ventura te está así mejor para tu probación y paciencia, sin la cual no son de mucha estimación nuestros merecimientos.

Mas debes rogar a Dios por estos estorbos, porque tenga por bien de socorrerte para que buenamente los toleres.

2. Si alguno, amonestado una vez o dos, no se enmendare, no porfíes con él, sino recomiéndalo todo a Dios, para que se haga su voluntad y Él sea honrado en todos sus siervos, que sabe sacar de los males bienes.

Estudia y aprende a sufrir con paciencia cualesquiera defectos y flaquezas ajenos, pues tú también tienes mucho en que te sufran los otros.

Si no puedes hacerte a ti cual deseas, ¿cómo quieres tener a otro a la medida de tu deseo? De buena gana queremos a los otros perfectos, y no enmendamos los propios defectos.

3. Queremos que los otros sean castigados con rigor, y nosotros no queremos ser corregidos.

Parécenos mal si a los otros se les da larga licencia, y nosotros no queremos que cosa que pedimos se nos niegue.

Queremos que los demás estén sujetos a las ordenanzas, pero nosotros no sufrimos que nos sea prohibida cosa alguna. Así parece claro cuán pocas veces amamos al prójimo como a nosotros mismos.

Si todos fuesen perfectos, ¿qué teníamos que sufrir por Dios de nuestros hermanos?

4. Pero así lo ordenó Dios para que aprendamos a llevar recíprocamente nuestras cargas (Gal. 6:2); porque ninguno hay sin ellas, ninguno sin defecto, ninguno es suficiente ni cumplidamente sabio para sí; antes importa llevarnos, consolarnos y juntamente ayudarnos unos a otros, instruirnos y amonestarnos.

De cuánta virtud sea cada uno, mejor se descubre en la ocasión de la adversidad. Porque 1as ocasiones no hacen al hombre flaco, pero declaran lo que es.

lunes, 14 de abril de 2008

EL MESÍAS ESTÁ DE CUMPLEAÑOS.

Messiah a 267 años de su estreno.

En el día de ayer se cumplieron 267 años del estreno de una de las mayores obras del ser humano. Una obra de arte, de arte musical. De música cristiana y evangélica: Messiah, de Georg Friedrich Händel.

Messiah es el más exitoso y mejor conocido de los oratorios handelianos. Considerado como prototipo del género, fue compuesto entre el 22 de agosto y el 14 de septiembre de 1741, en 53 movimientos divididos en tres partes, todas según los textos de Charles Jennens. Después de su presentación en el Covent Garden de Londres, pasó a ser parte del tesoro musical de la nación inglesa.

Fue estrenado, como dije antes, el 13 de abril de 1742 en Dublín, Irlanda, en un concierto con propósitos benéficos conducido por el propio maestro Georg, Participaron la Signora Avoglio y Mrs. McLaine como sopranos, Mrs. Gibber, William Lambe y Josep Ward como contraltos y sopranistas, James Baileys y John Church, tenores, y John Hill y John Mason como bajos. “Algo nuevo que dar a los irlandeses”, diría el maestro.

Desde el principio el oratorio se vio rodeado de una aureola sacra (“Sacred drama” fue el nombre con que se le conoció en Londres en sus primeros tiempos), empleando para tal finalidad una terminología alejada del mundo de la ópera, incluso para denominar a los solistas que en vez de identificarse con su papel, se les conocía por su tesitura. Al día siguiente del estreno, un diario de Dublín calificaba la obra como “grande, sacro oratorio”, además de señalar la admiración que produjo entre el público, que se expresaba en calurosos términos.

La primera presentación de Messiah atrajo tanta afluencia de público al pequeño teatro de Dublín, que los organizadores del espectáculo tuvieron que pedir a las mujeres quitarse los miriñaques y que los hombres entraran sin espada para dejar el mayor espacio posible.

Con razón, George Bernard Shaw escribió: “para Inglaterra, Händel no es un simple compositor de música, sino que es una institución. Y es más, una institución sagrada. Cuando se ejecuta su Messiah, en el Hallelujah la concurrencia se pone de pie como en la iglesia. Para los protestantes ingleses es ésta la impresión que más se acerca a la que los católicos experimentan al alzarse el pan y el cáliz. La de Händel es la música más inglesa que existe en el mundo. Por éste he aprendido que el estilo consiste en la fuerza de la aserción. Si podéis decir algo en un solo rasgo, irrefutablemente, entonces tendréis estilo; si no, seréis solo un mercader de sensaciones, un decorador literario, un confitero de música o un pintor de amorcillos para abanicos. Händel tiene ese poder, esa fuerza de aserción”.

Sin duda, Messiah es la obra maestra de Händel, y la más conocida. Es una obra original y única en su tipo. De todos los oratorios que compuso, no hay alguno que se le compare. Su carácter es marcadamente contemplativo y devocional, y despierta profundas emociones religiosas en los auditorios. A esto se debe la fama de que goza. Desde el punto de vista musical, esta gran obra tiene por iguales a los mejores dramas corales del autor, algo reconocido incluso por el gran Wolfgang Amadeus Mozart, quien lo reorquestó, originando una versión casi propia, en alemán.

Esta obra, basada en la vida del Redentor y sus reflexiones morales, hizo ponerse de pie al rey Jorge II Hannover, y a todo el público al momento en que sonaban los primeros acordes del “Hallelujah Chorus, and He shall reign forever and ever”; y esta actitud de admiración y recogimiento, se haría una feliz costumbre en muchos teatros, salas de concierto, e iglesias de todo el mundo, hasta el día de hoy. Tal como, igualmente, ocurrió en Londres, cuando se estrenó un año después.

Finalmente, si bien es cierto, el texto original toca muy de cerca el misterio de la Redención y por lo tanto, se dirigía directamente a los valores dogmáticos más delicados, Messiah no es ni una historia de Jesús, ni una pasión de acuerdo al prototipo, sino una obra más general y ambiciosa que contempla ciertos aspectos dramáticos propios de las pasiones o de la Navidad, pero que va más allá para enfrentar al cristiano con su propio destino como tal, ante la figura ejemplar de Jesucristo.

miércoles, 9 de abril de 2008

Hace 63 años muere Dietrich Bonhoeffer.

Qué mejor para volver a escribir.

Hoy, 9 de abril, recuerdo a Dietrich Bonhoeffer, mártir de la iglesia cristiana en el siglo XX, cuya vida es reconocida como ejemplo de santidad.

Dietrich Bonhoeffer, teólogo, profesor y pastor luterano, nació el 4 de febrero de 1906 en Breslau, Alemania, y murió un día como hoy, hace 63, ejecutado por los nazis. Encontrándose en Estados Unidos, donde era considerado una eminencia, como profesor invitado, decidió abandonar la seguridad y comodidad que le brindaban, para volver a su país natal y estar junto a los sufrientes y a los injustamente tratados.

Entre sus escritos, hoy quiero destacar y escribir brevemente sobre Nachfolge, traducido al castellano como El precio de la gracia (El seguimiento) o como El costo del discipulado. Hemos oído y leído mucho sobre la gracia, sobre la misericordia de Dios, sobre el camino a seguir. Creemos que somos salvos por la Gracia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo. Mas, cuando estamos seguros de todo esto, ¿qué sigue? Después del encuentro personal con Dios ¿qué hay de nuestra vida? Al respecto, el pastor Bonhoeffer dice, a propósito del Sermón del Monte, el seguimiento. Sigue a Cristo, deja todo y ve con él.

Hemos oído acerca de la gracia y de la fe. Creemos que hemos sido liberados, no por méritos personales, etc. Pero ¿está completa esta apreciación? No del todo. El pensamiento "soy salvo por gracia y ya no me queda más" es incompleto. Para nuestro pastor mártir, esto es gracia barata: "La gracia barata como doctrina es el perdón de los pecados considerado como verdad universal, el amor de Dios interpretado como idea cristiana de Dios". Es la que justifica el pecado, pero no al pecador. Es decir, aunque somos salvos, continuamos pecando, siendo pecadores, pecando fuerte y constante... apartándonos intensamente de Dios. Es la predicación de perdón sin arrepentimiento, la participación con la iglesia sin la disciplina necesaria, "la absolución sin confesión", "sin seguimiento de Cristo". Es una vida cristiana sin diferencia alguna con el paganismo.

Por el contrario, la gracia cara es el tesoro por el cual el joven rico se entristeció. Es el evangelio que debemos buscar, los dones que debemos desear y pedir: "Es cara porque llama al seguimiento, pero gracia porque llama al seguimiento de Jesucristo; es cara porque le cuesta al hombre la vida, es gracia porque le regala la vida; es cara porque condena el pecado, es gracia porque justifica al pecador". Es cara porque nos obliga a llevar al yugo de Cristo, mas es gracia porque "su yugo es fácil y su carga ligera". Principalmente, es cara porque a Dios le ha costado la vida de su propio hijo, el cual no fue considerado demasiado caro por Dios para entregarlo por nosotros con tal de devolvernos la vida.

La gracia cara es el seguimiento. Ya somos salvos. Ser salvo implica un cambio de vida, de perspectivas, hacia nuestro futuro que estaba velado.

Debo confesar que hasta antes de leer a Bonhoeffer, adscribía a la gracia barata. Es lo que, en general, había oído. Lo más interesante es que, supuestamente, influenciado por las enseñanzas de Martín Lutero que recibía, de segunda mano, defendía tal postura. Como si la gracia cara no fuera evidente en la obra del Reformador. Pues, para Bonhoeffer, Lutero (aún hablando sobre gracia como la que salva, la que sola es necesaria) piensa y vive por la gracia cara; por tanto, no requiere el uso frecuente de esta antinomia. Su vida fue un ejemplo de un hombre cargando el yugo, mas fueron sus discípulos, cercanos e inmediatos, los que distorsionaron su propuesta.

Para finalizar, volviendo al tema del libro mencionado: el cristiano no es cristiano si no sirve a los demás. Esto implica el seguimiento. Ser cristiano es ser seguidor de Cristo. O, en otras palabras de nuestro teólogo, “La iglesia no es iglesia si no existe para los que no son parte de ella”.