jueves, 4 de septiembre de 2008

EL DR. ALBERT SCHWEITZER, A 43 AÑOS DE SU MUERTE.

Introducción al maestro: Períodos y obras cúlmenes de su vida.

Albert Schweitzer, teólogo, filósofo, músico, pastor y médico, considerado en su época como el "máximo pensador viviente", influyó en la música, en la teología de su tiempo (estudió en la Sorbona de París, y órgano con Charles-Marie Widor), pero sobre todo en la filosofía, con su idea del "respeto hacia a la vida".

En el campo musical, valiosos fueron sus estudios sobre el genio de Johann Sebastian Bach. En Schweitzer, se marca un antes y un después en la percepción y en la forma de interpretar al Kantor de Leipzig; además, de ser considerado en vida, uno de los mejores organistas. Su obra "Bach: El músico poeta", ha pasado a ser un manual para todo el que está interesado especialmente en el compositor por excelencia de cantatas. Esta obra, terminada en 1908, publicada originalmente al francés, fue traducida (más bien rehecha) al alemán, cuya versión prácticamente es el doble que la original. También fue traducida, entre otros idiomas, al inglés y al castellano.

Su teología, nos presenta interesantes ideas en torno al "Jesús histórico" ("En busca del Jesús Histórico", 1906), tema que era contingente en su época. Además, presenta importantes contribuciones para el estudio de las religiones en su obra "El Cristianismo y las religiones mundiales" (1924). Pero, lo que lo catapultó a la primera línea de esta ciencia, fueron sus estudios sobre el apóstol Pablo y su obra "El misticismo", publicada en 1930, que le significó el calificativo de iniciador de la "Escatología realizada".

Pero, su filosofía, aparte de reflexión, transformada por él, en el mismo en filosofía de vida, es lo más destacado y trascendente de su legado. El respeto hacia las demás formas de vida, acuñado en frases como "soy simplemente una vida que quiere vivir, pero entre medio de otras vidas que también quieren vivir", lo elevó en sus reflexiones, tanto o más que sus investigaciones teológicas o musicales. Ese respeto por la vida del prójimo, en más de una oportunidad lo llevó a cambiar el rumbo de su propia vida, siendo la más celebre y conocida, su cruzada africana, sus estudios de medicina, con el claro y único fin de ir a misionar, fundar hospitales y pasar el mismo a segundo plano en favor de otros más débiles que "también quieren vivir". A partir de entonces, su notoriedad como filántropo fue en aumento.

Todo esta obra, todo este tesón, elevó a Albert Schweitzer a la cúspide intelectual de su época. Es admirado por todos, su obra es mirada por todo el mundo. Su obra de médico y de apóstol para los menos apreciados, mereció el premio Goethe (1928), la Legión de Honor (1948) y, finalmente, el Nobel de la Paz, en 1952.

Fragmento de un periódico que informaba, hace ya 43 años, sobre la muerte del gran maestro (clic sobre la imagen para ver su contenido).

Antes de terminar, invito a sumergirse en el pensamiento de este maestro, que dejó su exitosa vida artística, su destacada vida académica, e hipotecó un tranquilo pasar, por plasmar en terreno, en la práctica, su filosofía, sus convicciones.

Por Robinson Reyes Arriagada.
Publicado originalmente en http://misionluterana.blogspot.com/

MURIÓ EL DOCTOR ALBERT SCHWEITZER (Transcripción de la noticia de la imagen).


Los restos del gran humanista y filósofo fueron sepultados en una sencilla ceremonia en el rojo terreno del África donde pasó más de medio siglo curando y enseñando a los necesitados. El ganador del Premio Nobel de la Paz fue elogiado como “uno de los hombres cuya influencia no se extinguirá con su muerte: su vida y su trabajo perdurarán por siempre como testimonio elocuente de caridad cristiana”. Homenaje del Presidente Johnson.

LAMBARENE, (Gabón), 5.- (UPI).- El médico, misionero y Premio Nobel de la Paz, Albert Schweitzer, fue sepultado hoy en el rojo terreno del África donde pasó más de medio siglo curando y enseñando.

Sus ayudantes depositaron el modesto ataúd de madera en una tumba junto a la de su esposa y colocaron encima de lugar una sencilla cruz de madera dura pintada de blanco que el mismo Schweitzer talló con sus grandes manos.

La breve ceremonia del entierro cerca de la rivera del tranquilo río Ogowe, justamente debajo de la línea del Ecuador, se realizó a las 3 de la tarde, 16 horas después del fallecimiento del anciano patriarca alsaciano, de 90 años de edad.

El cadáver del gran humanista y filósofo fue conducido desde su pequeño cuarto, donde estuvo enfermo sólo 10 días, al cementerio de la misión, blanqueada con cal.

El doctor Walter Munz, médico suizo de 32 años de edad que asumirá la dirección del hospital de la selva así como la misión que desempeñó Schweitzer por tan largo tiempo dijo que el anciano filósofo, escritor y misionero entregó su alma al Creador “pacífica y dignamente” sin sufrimiento.

La señora Rhena Exker, hija única de Schweitzer, de 46 años de edad, estuvo junto al lecho de su padre toda la última semana. Schweitzer la designó Presidenta de la Fundación que lleva su nombre y que está a cargo de la administración del hospital.

Schweitzer pasó del sueño a la muerte poco antes de la medianoche. Agotado por los años y por su incansable actividad, debió recluirse en cama hace sólo 10 días, en su pequeño cuarto.

El ritmo de la vida se detuvo en el hospital de la selva donde hay unos 600 africanos enfermos. Son pocos los que comprenden que el “gran hombre blanco” ya no volverá allí para fiscalizar el centro médico, ni ocuparse de las salas ni de las siembras.

Pero, en cumplimiento de la voluntad del difunto, se seguirá trabajando en la misión bajo la dirección de su “mano derecha”, el doctor Munz.

Este y el especialista californiano del corazón doctor David Miller, asistieron a Schweitzer las 24 horas de día durante su enfermedad.

Horas después de la muerte del ejemplar filántropo, la noticia circuló como un reguero de pólvora, por todo el continente africano. El Presidente de Gabón, Leon M’Ba, envió una delegación del gobierno al funeral del hombre que fue aclamado como quizás el más grande pensador viviente.

Las energías del anciano médico fueron debilitándose de día en día. Reclinado en su modesta cama de hierro, con los ojos cerrados y su rostro de paz, Schweitzer estuvo escuchando, hasta poco antes del fin, música de admirado Juan Sebastián Bach, cuyos discos cambiaban solícitamente sus ayudantes.

El viernes el enfermo entró en coma y no volvió a reconocer a las contadas personas que eran admitidas en su habitación, entre ellas los últimos ancianos africanos sobrevivientes, que lo ayudaron a construir el leprosario en 1913, su fiel enfermera Maoildeuk y su hija. La muerte ocurrió exactamente a las 11.24 de la noche.

Tan pronto se conoció la noticia del deceso, comenzaron a llegar mensajes de pésame de todo el mundo, entre ellos de los gobiernos de Francia y de otros países.

El Cardenal Maurice Feltin, Arzobispo de París, elogió a Schweitzer como “uno de los hombres cuya influencia no se extinguirá con su muerte: Su vida y su trabajo perdurarán por siempre como testimonio elocuente de caridad cristiana”.

Hasta hace pocas semanas y aún cuando había reducido grandemente sus actividades médicas, Schweitzer disfrutaba de buena salud. En las ceremonias celebradas con motivo de cumplir 90 años, el 24 de enero pasado, se irritó visiblemente cuando alguien le preguntó quién continuaría su misión cuando muriera.

No obstante, Schweitzer sabía que sus días estaban contados. Varias veces, recientemente, señaló un lugar junto a la tumba de su esposa y dijo: “Aquí es donde quiero descansar”.

La muerte de Schweitzer se mantuvo en secreto durante la noche en cumplimiento del deseo expuesto hace algún tiempo por él mismo hasta que su hija tuviera la ocasión de transmitir la noticia a los miembros de la familia.