jueves, 6 de noviembre de 2008

LA REFORMA Y LA MUJER.

Lutero y la mujer.

Para los luteranos, el mes de octubre, es el mes de la Reforma. Conmemoramos cada año la gesta de Lutero, iniciada con el episodio de sus 95 tesis clavadas en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, la víspera del día de todos los santos de 1517.

Pensando sobre los aportes al mundo occidental que ha traído la reforma luterana, las antinomias y comparaciones con el romanismo, que objetivamente son favorables al protestantismo, decidí tratar este tema –la mujer, la discriminación.

Es interesante el análisis que el teólogo Hans Küng realiza, con respecto a la historia del cristianismo. En ella, distingue seis paradigmas: protocristiano o de la iglesia primitiva (P1 incluso el tiempo de Cristo), helenista (P2), católicorromano (P3), protestante (P4), moderno o ilustrado (P5) y el actual, el paradigma ecuménico.

Sabemos que en su origen, el cristianismo no establecía diferencias de ningún tipo en el servicio, entre hombres y mujeres. Aunque la Escritura no presenta literalmente esto último, eruditos interpretan el significado a la luz –entre otros ámbitos- del contexto histórico, concluyendo que había mujeres a través de todo el organigrama de la iglesia. Desafortunadamente, la mujer comienza a ser relegada y sometida so argumentos "divinos", al tiempo que se consolida el paradigma católicorromano (P3). Sin embargo, y acorde a lo que aquí nos atañe, sabemos que la emancipación de la mujer, tampoco tuvo lugar con la aparición del paradigma reformado (P4), con la reforma del siglo XVI.

Aunque, si bien es cierto, el concepto de igualdad de géneros en nuestra cultura occidental, (con vergüenza admito que también dentro del cristianismo), no se ha desarrollado completamente, vemos que cada vez es más rápido dentro de su lentitud, llegando hasta a ordenar "obispas" y presidentes como es el caso de la Iglesia Valdense o la Iglesia Episcopal americana. Incluso en nuestra sociedad, ya no es extraño ver a la mujer laborando en los mismos puestos que los varones, empero, con menor remuneración. A causa de esto, una pregunta viene a mi mente: ¿qué aporta la Reforma, ese movimiento tan idealizado por muchos, tanto en su período histórico, como en su legado, a la emancipación de la mujer y su "aceptación" como ser igual al hombre y con los mismos derechos que él?

Según la pastora de la iglesia luterana chilena, Izani Bruch, lamentablemente Martin Lutero al igual que otros reformadores, siempre se movió dentro de un modelo patriarcal, donde la mujer era y aun es vista como mera ayudante (la ayuda idónea) del hombre; no la socia o compañera que camina a la par. Sin embargo, la reforma protestante del siglo XVI aportó aspectos importantes para la emancipación de la mujer. Cabe recordar que hasta la época de la reforma, las mujeres tenían dos alternativas para su vida: casarse o ingresar en los conventos. La misma esposa de Lutero -Catalina de Bora- fue monja. La reforma protestante vino a concretizar lo que el movimiento renacentista y humanista había proyectado en la sociedad. La reforma ayudó a deconstruir el modelo medieval eclesiástico, cuya imagen o visión que figuraba de la mujer, era la de la virgen María como intocable, pura, obediente, santa y la de Eva como pecadora, seductora, culpable por todo. Imagen que por cierto todavía existe dentro de nuestras iglesias, especialmente en la iglesia católica Romana.

El descubrimiento de Lutero de que la salvación del ser humano es por gracia (“el justo por fe vivirá”, Romanos 1.17), abre un nuevo paradigma para la vida de la mujeres. Este descubrimiento llevó a entender que la vida célibe ya no era un mérito ante Dios para obtener la salvación. Además, -a causa de esto- muchos conventos y monasterios dejaran de existir. Con la disolución de los conventos, se disolvió también la única forma que tenían las mujeres de vivir una vida sin estar sometidas a la dominación masculina.

La visión de Lutero sobre la mujer cambió cuando él se casó con Catalina. Sin embargo, nunca concedió a la mujer la misma importancia y espacio que el hombre. Esto se observa muy bien en su comentario: “la vestimenta que le queda pésimo a la mujer, es la toga del sabio”. En 1524, en uno de sus sermones, Lutero llamó a las mujeres “un medio niño” y “un animal loco”; le desagradaba que su esposa Catalina emitiera algún comentario en sus charlas de sobremesa. Cuando Catalina daba su opinión, Lutero la hacía callar con correcciones en público.

La reforma aportó aspectos muy importantes para la igualdad de género, como el sacerdocio universal, la libertad cristiana que fueron y son un gran potencial para el desarrollo de emancipación de la mujer. El gran aporte de la reforma a la emancipación de las mujeres fue la educación femenina, que más tarde dio paso a la educación superior. En el ámbito eclesial, fue el rescate del sacerdocio universal de todos/as los/as creyentes, que implicó la igualdad de derecho frente al conocimiento y discernimiento bíblico. Que todos/as los/as creyentes son predicadores, también las mujeres. El sacerdocio universal de todos los creyentes no excluía a ninguna persona. Sin embargo, este importante aporte no fue puesto en práctica por las iglesias protestantes, excepto por algunas denominaciones. Hasta hoy vemos iglesias que no reconocen el pastorado femenino y que siguen fomentado el rol de la mujer en la iglesia como mera ayudante. Es lamentable que las iglesias no logren reconocer que tanto hombres como mujeres, son creados a imagen y semejanza de Dios, y que Dios bendijo a ambos (Génesis), y en lo que se refiere a la valorización y no discriminación de la mujer dentro de la iglesia y en la sociedad, se olvidan del mensaje del Evangelio.

Como iglesia cristiana, nuestro mensaje se centra en el mensaje del Evangelio de Cristo. Por lo tanto, cuando negamos la igualdad y los mismos derechos y deberes a las mujeres, dejamos de ser una iglesia cristocéntrica, pues Cristo valorizó a la mujer como imagen y semejanza de Dios, y no hizo ninguna diferencia, y fue a la cruz también por ellas. Tal como señala el Apóstol Pablo en Gálatas 3: 26-28: “pues por la fe en Cristo Jesús todos ustedes son hijos-hijas de Dios, y por el bautismo han venido a estar unidos/as con Cristo y se encuentran revestidos de él. Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo”.


La Iglesia debe ser la Iglesia del Evangelio.

Los reformadores fueron hijos de su época. Esto queda demostrado con la expulsión de los judíos por Lutero, aunque comprendemos que fue en cumplimiento a las leyes nacionales que imperaban, que posteriormente se tradujo en el cuius regio, cuius religio, que implicaba que los ciudadanos debían adoptar la religión de sus príncipes o salir del territorio; también está la tristemente célebre ejecución del gran médico Miguel de Servet, por Juan Calvino, aunque se ha dicho que este no tenía ya la influencia necesaria en aquel tiempo, como para ordenar la ejecución; no olvidamos que en 1903, se erigió un monumento en el lugar de la ejecución, para "expiar en parte la ignominia" que enlodó el legado del reformador francés.

Con vergüenza, pero con la frente en alto, debemos reconocer que "ovejas negras" del protestantismo han caído en errores de sus tiempo, en dogmatismo fanático, solamente superado por el escolasticismo, corrupción y hasta discriminación. "Ovejas negras", porque al caer en esto, se deja a un lado uno de los principios más sublimes de la Reforma, que es la libertad de conciencia, el derecho al libre examen, al pensamiento libre, al derecho humano de no tener que ser normado, en base a coacción por supuestos designios divinos.

Sin duda, que el concepto más sublime de la reforma es la libertad cristiana. Pero –agrega la pastora Izani- más que un concepto la libertad ganada en Cristo debería ser una forma de vivir de los cristianos y cristianas, que pudiera ser puesta en práctica en nuestro día a día. Todos los días de nuestras vidas tenemos que discernir si vivimos sumisos/as a las leyes, o si vivimos en la libertad ganada en Cristo. Para poder hacer este discernimiento, debemos tener claro que Cristo nos liberó del yugo de la esclavitud para que seamos libres, y que está libertad no consiste en hacer o transformar todo en un relativismo. Cristo nos hizo libres para amar y servir.

Personalmente creo que no deberían existir temas “tabú” para la iglesia, y que todos los temas como la homosexualidad, el divorcio, la maternidad, el aborto, deben ser tratados a luz del Evangelio de Cristo. Y lo más importante para mí es no perder de vista el gran descubrimiento de Lutero, que el justo por fe vivirá: que nuestra salvación es por fe, es por gracia.

Lamentablemente cuando intentamos abrir diálogo en torno a este temas, aparece siempre la ley y toda su fuerza opresora, que nos transforma muchas veces en una iglesia de la ley y no de la gracia. Pienso que el rol de la iglesia es proclamar el amor y la misericordia de Dios a todas las personas, sean estas divorciadas, casadas, homosexuales o heterosexuales, madres solteras o no, pobres y ricos. Quizás la poca apertura de la iglesia a estos temas, tiene que ver con que la iglesia piense que estos no están a su interior, que son temáticas que tienen que ver con lo secular.

Por Robinson Reyes Arriagada.